Uno que va o viene, otro que nace
Estos días ha visto la luz (por fin) la primera edición de mi relato “El Laberinto del Genio”, que terminé de escribir hace no menos de dieciocho meses. Así de largo es el proceso de edición y todas sus fases. Y este hecho ha coincidido en el tiempo con el final de mi último trabajo, cuyo título provisional es “Alejandro Nimes: una novela de espías”. Otro extenso libro, mi sello personal, que se publicará rondando las seiscientas páginas, y en el que llevo trabajando más de ocho meses-
Me dicen los compañeros que comparten esta misma pasión por la literatura y la escritura, que soy un autor prolífico. Salgo a un libro por año. La verdad es que documentarse, escribir, pensar, corregir, es un proceso largo. Bueno. lo es más para unos autores y menos para otros.
Bueno, es posible. Pero la pregunta que me hago es ¿Cuál sería el libro nuevo? El que se publica o el que acaba de recibir un punto y final. No es fácil decidirse entre uno y otro. Al fin y al cabo, son dos creaciones, dos hijos, a los que se quiere por igual. Así que diplomáticamente, como buen padre, me quedo con que no es uno, sino que son dos libros nuevos. Uno con solera, bien trabajado, ya adulto, con buena forma y textura. Un producto depurado y muy sofisticado. Original y fresco. Intenso y hermoso. El otro, un recién nacido al que le queda un largo camino por recorrer, dieciocho meses si se parece a su hermano mayor, para llegar a la madurez.
Como es una sensación tan curiosa, he querido compartirla contigo. Soy exigente con el acabado, perfeccionista, que diría el abuelo. No hay grandes cambios desde que lo termino hasta que digo “impriman”. Pequeñas cosas, expresiones, una palabra por otra, un retoque, una mejor descripción o acción. Así hasta que no encuentro nada más por mejorar.
Este libro, “El laberinto del Genio”, es una obra de suspense, un thriller. Pero yo subrayaría de él su humanidad, la profundidad de los personajes. Creo que es una delicia. O así lo he valorado después de sus dieciocho meses de vida.
Te cuento un secreto, casi rozando lo personal. Cuando los termino, encuaderno algunos ejemplares caseros, para repartir entre las personas que me ayudan a sopesar, me dan un juicio, un feedback imprescindible. Después de entre ocho y diez meses, estoy tan inmerso en la historia, que soy incapaz de valorar mi obra con perspectiva. Así que no se si he logrado una obra prodigiosa o un ladrillo.
Le traje un ejemplar a mi primera lectora, mi queridísima esposa. Lo empezó a leer un viernes por la tarde, y se olvidó de todo excepto del libro hasta el domingo por la noche, cuando lo terminó y con ojos brillantes me dijo: “me ha encantado”. Lo cual me dio una primera pista de lo que sería la tónica general de la primera oleada de opiniones. Efectivamente, las valoraciones que recibí fueron similares: no he podido dejar de leerlo, lo he acabado en tiempo récord, se lee muy fácil, el suspense no se detiene, es muy dinámico…
Espero sinceramente que a cualquier lector al que llegue “El Laberinto”, como lo llamo yo cariñosamente, opine lo mismo. Lo espero de corazón. Y me encantará que me cuente sus sensaciones, sus impresiones. Esa es una de las razones por las que existe este blog, y un lujo al que un escritor debe aspirar: a tener línea directa con sus lectores.