O del mensaje en una botella
Quizás os hayáis hecho alguna vez esta pregunta: si un alienígena nos observase ¿qué pensaría de nuestro planeta? ¿y de nosotros?
Hubo dos grandes divulgadores de la ciencia cuyo legado permanece después de muchos años en la mente de ya varias generaciones, y también en la mía: Isaac Asimov y Carl Sagan, en distintos campos, a diferente nivel, pero ambos muy conocidos, estudiosos, doctores en varias disciplinas. Del primero guardo muy a mano su obra “Historia de la Ciencia” y, del segundo, su inmortal “Cosmos”, el libro que editó después de hacer una serie de trece episodios increíbles de un documental con el mismo nombre.
Carl Sagan, astrónomo, astrofísico, cosmólogo y astrobiólogo, se recuerda como el científico que hizo el universo entendible para todos. Su espectacular palmarés ocuparía varias páginas de este post, por lo que te remito a cualquiera de los buscadores que utilices, el mismo Wikipedia. Partícipe de proyectos punteros de la propia NASA, algunos tan destacados como el SETI, las expediciones interplanetarias de los Mariner, Viking y Voyager, director del Laboratorio de Estudios Planetarios, y un largo etcétera.
No puedo dejar de comentar su asombrosa sencillez cuando explicaba la física del universo. Como muestra, te describo mi propio asombro cuando le escuché describir los agujeros negros: imagina que el espacio interestelar es una gran red sobre la que se encuentran astros, planetas, cuerpos celestes, en equilibrio. Si colocas una bola de peso considerable, la red se hunde en ese punto, creando unas pendientes a su alrededor por las que pueden “resbalar” cuerpos hacia la bola, aumentando su peso. Esto es una cadena sin fin: cuanto más peso tiene la bola, más profunda es su posición y mayores las pendientes, por lo que cada vez arrastra a más cuerpos celestes.
Si el peso (la masa) de esa bola sigue creciendo hasta el infinito, TODO caerá hacia ese “pozo” o agujero. Señalo el TODO porque uniendo esta representación con las teorías de Einstein, atraerá también a la luz (por eso se llaman agujeros negros) e incluso al tiempo (de ahí la descripción de los famosos agujeros de gusano).
Me desvío del asunto, como de costumbre. Ocupado y apasionado el doctor Sagan con la exploración espacial, siguió recogiendo e impulsando la obsesión de los años setenta por la búsqueda de vida inteligente fuera de la Tierra (el proyecto SETI es su máximo exponente).
Pero el proyecto que me interesa es el de las sondas espaciales Voyager 1 y 2, lanzadas al espacio en 1977, llevando en su interior sendos discos fonográficos de cobre bañado en oro de unos 30 cm de diámetro, que tardarán 40.000 años en alcanzar las proximidades de la estrella más cercana a nuestro sistema solar.
¿Y qué contienen esos discos? La idea de los responsables del proyecto fue lanzar una cápsula del tiempo, un mensaje en una botella, en un intento de darnos a conocer a alguna civilización extraterrestre que se tope con los discos.
¿Y quién decidió qué es representativo de la humanidad y de nuestro planeta? ¿Qué es oportuno contar a esas civilizaciones extraterrestres? ¿Qué incluyeron en esos discos?
El contenido de la grabación fue seleccionado por la NASA y por un comité presidido por Carl Sagan. En resumen, este contenido comienza con un saludo inicial de la Secretaría General de las Naciones Unidas en 55 idiomas y lenguas antiguas. Sin dejar atrás el canto de las ballenas jorobadas. Hay una sección de audio que contiene además “los sonidos de la tierra”: volcanes, trenes, viento, lluvia… Música de Bach, Mozart, Bethoveen, Chuck Berry, los Beatles, Yamaguchi, los Mbuti de la selva tropical… Una hora de grabación de ondas cerebrales, 116 fotografías que muestran diferentes formas de vida en la Tierra y de la sociedad humana, incluyendo cadenas orgánicas y fórmulas.
Sin duda aplaudirás algunos de los contenidos y echarás en falta otros. Quizás os parece muy atrevido darles pistas acerca de nuestro ADN, o de dónde encontrarnos, de la riqueza de nuestros recursos o de la belleza de nuestro planeta.
Pero aunque las sondas Voyager tienen el objetivo de alcanzar una civilización extraterrestre, no olvidemos las demás transmisiones que hacemos al espacio, las más perceptibles son las emisiones de radio en formas de programas de televisión, que comenzaron a emitirse en gran escala a principios de los años cuarenta. Entre ellas, guerras, holocaustos…
Aunque los Voyager fueron las naves más veloces jamás lanzadas al espacio, estas transmisiones son mucho más rápidas. Pero podemos respirar tranquilos, faltan siglos hasta que puedan llegar a las estrellas más próximas.
Y mi pregunta es ¿Qué contenido hubieses enviado tú al espacio? ¿Qué echas en falta? ¿Qué no hubieras incluido? Las preguntas invitan a fantasear, sin duda ¿Te hubieras decantado por una imagen amenazante de la humanidad? ¿Por una más agresiva?
¿Y qué me dices de los contrastes entre el contenido de los discos y las emisiones de radio de nuestras televisiones? ¿Se preguntarán los extraterrestres cómo una civilización capaz de crear algo tan hermoso como el Concierto de Brandemburgo Nº 2 de Bach, puede ser capaz de torturar, matar, construir armas de destrucción masiva…?
Para eso no tengo respuesta. Es más, me uno a la incomprensión de los ET.
Creo que como en el comienzo de cualquier tipo de relación, el ser humano tiende a mostrar sus cualidades y esconder sus defectos. Si yo hubiera decidido qué material enviaría como “currículum” de la humanidad al espacio hubiera hecho lo mismo, quizás por el pensamiento de que lo bueno prevalecerá siempre sobre lo malo. Seguramente es arriesgado enviar esa información sin saber quién o qué podría recibirla, pero nuestra curiosidad y la búsqueda de conocimiento vale el riesgo.
Estoy muy de acuerdo contigo, Ana. La posibilidad de conocer a otra civilización, de conocer un universo pleno de vida, intercambiar culturas, ciencia… vale el riesgo de decirle a quien lo quiera saber quienes somos y dónde encontrarnos. Los defectos? mejor para la segunda cita. Muchísimas gracias por tu aportación.
Me encanta este Post y fundamentalmente estoy de acuerdo con Ana, aunque creo que también lo malo tenga su componente universal… y que, al final, lo que escribes al final del post lo dice todo…:
somos pura contradicción y quizás sea esta «cualidad» que deberíamos enseñarle… cómo mandamos robots a Marte mientras peleamos por Wi-Fi en casa, cómo escribimos tratados de paz mientras fabricamos drones, y cómo adoramos a la naturaleza… en documentales de Netflix. Que vean que somos genios emocionales: capaces de llorar con un perro en una película y odiar al vecino por estacionarse mal.
Luego hay Bach, y el reguetón, los memes, el Quijote, el iPhone y las guerras por petróleo etc etc etc
Que vean que somos capaces de crear belleza y crueldades, tecnología, locura, y sobretodo autoboicot… todo al mismo tiempo.
De todas formas, si para mí fuera no dejaría de enviar como ejemplo de arte universal la receta de las «fettuccine ai funghi porcini» di mia nonna. Una bontà universale.
Gracias José.
Estimado amigo, podríamos haber incluido ese otro aspecto humano en el disco. Quizás ese lado oscuro serviría para que marcasen nuestro sistema solar como lugar non grato para visitar, lo que no parecía ser el objetivo del proyecto Voyager. Además, quizás es generalizar demasiado comportamientos que no lo son. Pero sí, sería un manifiesto más completo y sincero. Lo que está muy claro es que no haber incluido la receta de tu abuela de los fettuccine, es para despedir a estos genios y mandar una nueva versión del disco, con un pequeño frasco que contenga la esencia del plato. Apoyo sin fisuras la idea. Muchas gracias!