O las diferentes maneras de describir un concepto
Como cualquier otro campo, también la astrofísica, la astronomía y todas aquellas materias referidas al cosmos tiene su propio lenguaje, un argot particular: nebulosa, púlsar, entropía, horizonte de sucesos… son términos que sólo se aplican o, al menos nacieron, para describir fenómenos u objetos ajenos a otras materias.
No obstante, la conexión entre ciencia y literatura es una línea muy fina que se suele cruzar frecuentemente en una u otra dirección. Conocemos las incursiones de los escritores en el mundo de la ciencia, pero se conocen menos los que han realizado los científicos en el campo de la literatura que, honestamente creo que merecen un texto más amplio y profundo que éste.
La frontera entre la ciencia y la literatura sólo existe para quien las mira de lejos. Los que la observan más de cerca, comparten el mismo gesto de asombro ante los misterios, sean sobre la ciencia, el universo o la vida misma. La diferencia está en las herramientas: uno utiliza fórmulas, hipótesis, teorías, mientras que el otro usa metáforas, ideas, sentimientos. Pero el objeto es el mismo, entender qué somos, qué lugar ocupamos, qué papel jugamos, cómo funciona, qué pasaría si…
El científico mide, observa, compara. El escritor contempla, siente, imagina. Es curioso que cuando el científico alcanza el descubrimiento, las descripción que hace de él, casi siempre llena de asombro, nos llega como música, con frases y palabras poéticas, sean en prosa o en verso, porque es la manera más exacta de contarlo, de manifestar el conjunto del hallazgo, no sólo hechos, sino de implicaciones, simbolismo, innovación, sorpresa por lo insólito. Porque un descubrimiento es como abrir una puerta al final de un pasillo, tras la que encontramos multitud de caminos diferentes, que representan un número infinito de fenómenos por descubrir.
Albert Einstein decía “El misterio es la cosa más hermosa que podamos experimentar”. Estas palabras esconden una profundidad que desborda sus teorías sobre la relatividad del tiempo, son como un diario donde el místico, no el científico, reconoce que es el primero en asombrarse de lo que acaba de encontrar, y se congratula y se maravilla de la magia de su descubrimiento.
En la misma línea, Marie Curie expresó “En la vida no hay cosas que temer, sólo cosas que comprender”. Mujer, adelantada a su época, mirando hacia el interior de la materia, a la energía que guarda, invisible para el resto, con fe, serenidad y coraje.
Otro físico que ha cruzado ampliamente la línea entre ciencia y literatura fue Richard Feynman, conocido como el niño que no dejó de preguntar. Una de sus frases “El placer de descubrir es el mismo que el de un niño que mira con curiosidad algo que no comprende” encierra su concepto de aprendizaje, la teoría de ensayo y error. Feynman vivía la ciencia como una aventura, con pasión hacia lo desconocido, pero disfrutando del viaje.
Otra mujer, Rachel Carson, autora de “Primavera silenciosa”, transformó la observación científica en un culto a la vida. Bióloga marina, se la considera una de las iniciadoras del movimiento ambiental moderno. Una de sus frases “A quien contempla con los ojos bien abiertos, el mundo nunca deja de parecerle hermoso”, expresa cómo sentía la obligación de preservar cualquier forma de vida del planeta.
Ya he mencionado en varias publicaciones a Carl Sagan, uno de los mayores divulgadores de la cosmología. Sus frases célebres se cuentan por decenas, por ejemplo, “Somos el modo que tiene el cosmos de conocerse a sí mismo”. Unió la ciencia con la poesía y con la filosofía en un todo magistral, como el compositor de una sinfonía universal. Transformó la ciencia en un relato y, colocó emoción donde nadie lo había hecho antes, al menos con su sensibilidad y acierto.
Pero habíamos comenzado este post hablando de un lenguaje particular y de palabras propias, que no podemos dejar huérfanas de significado. Veámoslas.
Nebulosa: en el contexto científico, es una gran nube de gas y polvo en el espacio, que puede ser el lugar de nacimiento de nuevas estrellas. En sentido literario, es algo que está por definir, que no tiene forma todavía.
Entropía: en física es la tendencia natural de las cosas al desorden. En el sentido cósmico, significa que a medida que el universo se expande, la entropía total del sistema aislado también crece, lo que indica que la energía se distribuye de manera uniforme y, que este aumento llegará a un nivel máximo donde el universo alcanzará un nivel térmico estable en el cual el calor dejará de fluir, deteniendo así todos los procesos. En su sentido filosófico, es aceptar que nada permanece igual, que nada es eterno o inmutable.
Púlsar: es una estrella de neutrones que gira muy rápido y genera un gran campo magnético. La radiación la emite a impulsos cortos y regulares. Su sentido poético podría ser el de un corazón cósmico que late en la oscuridad.
Quásar: son núcleos de galaxias extremadamente luminosos y distantes, alimentados por agujeros negros. Tiene el mismo sentido que el púlsar, pero a escala galáctica. Los quásares representan una ventana al universo primitivo y nos ayuda a entender la formación de las galaxias.
Horizonte de sucesos: es el punto de no retorno en un agujero negro, cualquier objeto que cruce esta esfera imaginaria ya no puede escapar a la atracción gravitatoria del agujero negro, incluso la luz. Se llama así porque impide que los eventos que ocurren en su interior puedan observarse desde fuera. En un sentido humanista, puede ser el punto de no retorno de nuestras decisiones, con toda la carga trascendente que lleva implícito esta comparación.
Quizás el universo no tiene idioma, pero aquí dejamos una pequeña muestra del cómo se traduce su lenguaje a nuestra lengua. El hecho de nombrar una cosa es una forma de hacer volar nuestro pensamiento. Si esa cosa está relacionada con el universo, puede hacer que nuestro pensamiento se vuelva infinito y que, al final, el universo no sólo se observe, sino que también se entienda.
Si pensamos a científicos «prestados» me viene de prensar también a Conan Doyle o Nabokov, o Primo Levi. Pero, como dices, son muchos. Bastante más complicado encontrar un liderado «prestado» a la ciencia… Quizás Goethe, Italo Calvino, por su curiosidad sobre física un química o sus investigaciones científicas para algunas de sus novelas.
De todas formas, la frase de Sagan es verdadeiramente asombrosa… expresa con exactitud que no somos ajenos al universo, sino su conciencia emergente. Y casi asista intuír que a través de nosotros, la materia quizás se contemple a sí misma, consciente de su propia existencia.
Ciencia, literatura y filosofía pura concentrados en una frase.
Gracias como siempre José.