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EL DÍA DE MAÑANA

Publicada el 4 de diciembre de 20256 de diciembre de 2025 por José Ramón Entenza

O el mundo que vendrá

Hoy tomo prestado el título de la conocida película de Roland Emmerich, protagonizada por Denis Quaid, en la que encarna a un climatólogo que predice desastres naturales irreversibles, provocados por el cambio climático. Forma parte de una larga lista de películas catastróficas en las que el planeta o la humanidad o ambos tocan a su fin. Moonfall, 2012, El día del fin del mundo, Geostorm, Armagedon, Oceans rising, etc., son una minúscula muestra de esta temática.

Pero lo importante es el motivo por el que elijo este título, para mí el más gráfico de la idea que me trae hoy ante este papel. Se trata del futuro que asoma, de hacia donde encamina sus pasos la sociedad que ahora tiene las riendas, temporalmente, del destino de nuestro querido género humano. Dicho de otro modo, ¿Qué mundo le dejamos en herencia a las generaciones que vendrán detrás de nosotros?

Si miro a mi alrededor, observo clases, grupos o tipos de personas que comparten muchas características. Por un lado, los que tienen éxito, los triunfadores, los que han conseguido un estatus económico o financiero mayúsculo, sobresaliente. A este grupo no parece preocuparle demasiado el que nuestros jóvenes tengan más o menos valores, o al menos no le interesa tanto como su futuro comportamiento como consumidores, usuarios o clientes, interés compartido con las fluctuaciones de los mercados y las continuas oportunidades de negocio. El dinero es para ellos, la barrera que les protegerá de cualquier desastre social que sobrevenga (evidentemente no creen en los argumentos de las películas que mencionábamos al principio, donde la naturaleza se encarga de igualarnos a todos, tratándonos democrática e indiscriminadamente de la misma manera).

Otro grupo podría ser el formado por los que se sienten responsables de la supervivencia del planeta, de la sostenibilidad, los preocupados por el estrés al que estamos sometiendo a nuestro planeta, por los recursos que agotamos, por las especies que extinguimos, denunciando la situación límite en que se encuentra la Tierra. Tangencialmente, protestan por las injerencias y la desconsideración de algunos gobiernos y de los poderes económicos a los que ya nos hemos referido, en cuanto explotan sin control y elevan al máximo el peligro sobre el frágil equilibrio de nuestro mundo.

Un grupo que en este momento se ha hecho muy visible, lo constituyen los que participan en los movimientos sociales, desgraciadamente ocupando las primeras planas de los informativos últimamente. Es una parte viva de la sociedad que protesta, que se manifiesta, saliendo a la calle en defensa de los que no pueden hacerlo porque están siendo reprimidos, silenciados, asesinados e incluso masacrados. Esto ocurre a nivel global y viene precedido por la inacción de los respectivos gobiernos o, en algún caso, de la tibieza de su proceder. Lo mismo que sucede con las organizaciones internacionales, que hacen poco a su entender, ante una situación de injusticia, abuso, genocidio y muchos más calificativos, que no llegan a definir la crudeza de lo que está sucediendo.  

Hay más grupos, sin duda. Pero nos sirven estos a modo de ejemplo. Ahora, sobre esta base, nos tocaría dilucidar si podemos adivinar o deducir hacia donde se encamina el género humano, qué seremos el día de mañana, como sociedad, como individuos y como especie. Yo creo que el futuro que viene no será el resultado de una gran decisión histórica, sino que será la suma de miles de pequeñas elecciones que brotará de lo profundo de la humanidad. No vendrá solo de los dirigentes, ni de los mercados, ni de las causas, sino que será el fruto del clamor silencioso de las gentes que con hechos y pequeños o grandes gestos, tienen la capacidad de transformar una deriva, de abrir una senda y de construir nuevos puentes, valores y principios sobre los que reconstruir.

Se oirán voces, desde luego. Las falsas se denostarán, pero las auténticas, las certeras, caerán como semillas en nuestro ánimo y florecerán, influirán en la esencia de las personas e iluminará su proceder. Intentarán engañarnos, pero ya no habrá espacio para la mentira y la manipulación. O esto, o alguno de los futuros de que se ocupan de dramatizar las películas del inicio, se hará realidad.

Habrá dificultades. Queremos un futuro mejor es una afirmación sin contenido ¿Mejor para quién? ¿Y a qué precio? Porque un futuro no se construye sólo con deseo o con ideales. Es necesario que esos ideales estén enraizados en el poder, lo alimenten y lo controlen. El mundo necesita cambios, y para que lleguen, tiene que haber personas dispuestas a luchar por ellos, a pensar, a dialogar y a cuestionar. Esa es la clave desde mi modesto punto de vista: no dejar en herencia a los que vendrán un futuro resuelto, sino dotarlos de la capacidad de seguir mejorándolo.

Los expertos sociólogos y antropólogos apuntan a las personas como esperanza, a sus capacidades y a sus valores. Tal vez acierta Ulrich Beck cuando advierte que los problemas que generamos como sociedad ya no pueden resolverse con las mismas lógicas que los causaron. Queremos crecimiento, justicia y futuro al mismo tiempo, pero debemos asumir las renuncias que eso implica.

La paráfrasis más utilizada en educación y en sociología, nos encaja perfectamente en este razonamiento, trata del pensamiento complejo, la herramienta que se necesitará para dotar a nuestros sucesores de esa capacidad de mejorar el mundo. Lo recoge muy bien Edgar Morin cuando dice “Educar para el futuro no es enseñar respuestas, sino enseñar a asumir la complejidad, la incertidumbre y la responsabilidad».

Enseñemos a renunciar a lo personal para cuidar lo común y a ser honestos con nuestras propias contradicciones. Dejemos un mundo donde pensar, elegir y hacerse cargo siga siendo posible. En estos tiempos, es un anhelo de esperanza y, sería un hermoso amanecer para el día de mañana.

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Sobre el autor

Soy José Ramón Entenza, natural de Marín, en Pontevedra, Licenciado en Ciencias Físicas, Graduado en Farmacia y Licenciado en Derecho. He cursado estudios de doctorado en Inteligencia Artificial, y he publicado artículos de divulgación científica en diversas revistas especializadas y realizado numerosas ponencias internacionales de carácter científico... [leer más]

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