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CÓMO LÁGRIMAS EN LA LLUVIA

Publicada el 15 de mayo de 202515 de mayo de 2025 por José Ramón Entenza

O de la naturaleza humana

A pesar de los pesares, creo que el ser humano es bueno por naturaleza. Lo he defendido a ultranza y creo que tengo facilidad para detectar esa parte genuina en las personas.

Estoy convencido, en parte porque he sido testigo muchas veces de muestras evidentes de este denominador común en las personas. He visto a enemigos irreconciliables tenderse la mano cuando la necesidad de uno de ellos conmueve al otro y le hace aparcar las diferencias. He visto como cuidan desconocidos a otras personas en situaciones límite, de esas que a veces la vida pone en el terreno de juego injustamente, incomprensiblemente.

Tengo grabadas imágenes en mi retina y en mi corazón, imágenes y situaciones que avalan y defienden lo que afirmo. Buenas personas, gente corriente, que sin dudarlo ni un instante, ayudan, socorren, consuelan.

Me viene a la memoria en este momento el discurso en la mítica escena final de la película Blade Runner, en la que el replicante Ray Batty, agotada su vida útil, se despide de su perseguidor bajo una lluvia torrencial: “He visto cosas que vosotros no creeríais. Naves de ataque en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.”

No me considero un replicante (aunque eso explicaría muchas cosas, diría un amigo gracioso), ni me gustaría serlo, desde luego. Quiero decir que esta icónica escena final que ha elevado la obra a una categoría superior, hace referencia a un ser artificial que ha tenido la suerte de contemplar cosas únicas inalcanzables para otros seres vivos, y que se perderán con él tras su muerte.

Yo he visto cosas muy hermosas que no desmerecen a nuestro idolatrado Ray Batty, más hermosas que los rayos-C atravesando la Puerta de Tannhäuser, como es el abrazo sincero de un voluntario que consuela cariñosamente a un anciano, he visto el brillo de los ojos del anciano. He visto a una persona ofrecer toda su comida a otra en peor situación, más necesitada, ofrecer su abrigo, su alma. He sido testigo de cosas mucho más espectaculares de las que describe el replicante.

Pero no son únicas ni exclusivas, no serán lágrimas en la lluvia, porque otras personas las han visto también. Todos las hemos visto en realidad. Los escritores, artistas, pensadores, tenemos una capacidad agudizada para ver e identificar cosas detrás de una imagen. A veces sesgadas, pero casi siempre auténticas ¿Cuántos nos hemos emocionado ante comportamientos desinteresados, actos humanos? ¿Cuántas veces vemos pruebas de ello? No precisamente en los medios, en los que apenas son noticia, y que sólo parecen recoger los comportamientos inhumanos, hasta el punto que hacen pensar que éstos son mayoría. Pero los que apenas vemos las noticias, estamos libres de esa contaminación.

Y no es necesario que sean situaciones límite. Vemos la emoción de un padre, de un amigo, y nos emocionan a su vez. Muchos libros y películas buscan conmovernos, despertar nuestra sensibilidad y emocionarnos. Cuadros, esculturas, canciones, sinfonías. Todo eso está ahí para hacer que sintamos nuestra humanidad.

Lo que no quiere decir que una persona sensible sea necesariamente una buena persona. No es una condición. Pero suele haber un nexo claro entre una y otra característica. Un querido colega y amigo describía en un post una escena de la fue testigo: un joven sentado en las escaleras de un portal, lloraba desconsoladamente, mientras su mascota, un perro, intentaba llegar con su hocico al rostro del chico, compungido a todas luces por el sufrimiento de su dueño. La imagen habla por sí misma, y una persona que se conmueva por esta u otras imágenes que vemos con frecuencia, difícilmente será una mala persona.

Pero también sabemos de situaciones en las que el comportamiento humano deja mucho que desear. No hace falta ir muy lejos, sólo tenemos que asomarnos al trabajo, al colegio, a la cola del pan, o al barullo del metro: bullying, mobbing…

Aunque el foco hay que ponerlo en situaciones más sangrantes como lo son los éxodos de los millones de personas que huyen de una muerte segura por una guerra en su hogar, para ellos y los suyos, y que caen en manos de mafias y de otros seres humanos -lo son desgraciadamente, aunque carezcan de humanidad-, que se aprovechan para su propio beneficio de la situación vulnerable, de la debilidad, de la desgracia y, sin escrúpulo alguno, las manipulan, abusan de ellas, las torturan, trafican con ellas, las asesinan.

Lo mejor y lo peor del género humano. Pero por cada uno de estos hay cientos de voluntarios que velan, protegen y denuncian por los exiliados.

En uno de mis libros defiendo el argumento de que en cada ser humano hay diferentes sentimientos, reacciones e impulsos. Que todos llevamos dentro al sabio, al niño, al valiente, al primigenio, al mago, al guerrero y al malvado. Y hago un reparto meditado con una mayoría de componentes de la personalidad inclinados y orientados al bien. Todas estas personalidades luchan constantemente entre sí y eso hace posible que prevalezca una de ellas sobre las demás. Esto abre también la posibilidad de que venza la faceta malvada, que el mal venza a las demás, convirtiendo a la persona en un monstruo capaz de cometer malas acciones, incluso las atrocidades que mencionábamos antes.

Alguien lo ha llamado libre albedrío, pero ojo, a veces no es tan libre la elección y viene dada por abusos sufridos, por la educación recibida, el racismo, la supervivencia. Hobbes utilizó la expresión “el hombre es un lobo para el hombre” para ilustrar su visión pesimista de la naturaleza humana.

Sin pretenderlo, hemos vuelto a sacar a relucir otra lacra de las sociedades, las ideologías y las religiones, que pueden llegar a alentar, aplaudir o santificar estas conductas.

Pero yo he visto la mirada de un niño que recibe amor, de un anciano al que se le vuelve a encender la chispa de la vida, a personas que dedican su vida a ayudar a los demás. Y ese niño llorando junto al cuerpo sin vida de su madre, ese padre llorando con el cuerpo sin vida de su hijo en brazos, son otra cosa, no es la naturaleza humana,

Así que seguiré defendiendo que el estado natural del ser humano es la bondad.

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Sobre el autor

Soy José Ramón Entenza, natural de Marín, en Pontevedra, Licenciado en Ciencias Físicas, Graduado en Farmacia y Licenciado en Derecho. He cursado estudios de doctorado en Inteligencia Artificial, y he publicado artículos de divulgación científica en diversas revistas especializadas y realizado numerosas ponencias internacionales de carácter científico... [leer más]

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