O el más divertido de los sentidos
Ya me conoces, soy un presuntuoso. Presumo de muchas cosas, pero ésta, vamos, que no es una presunción, es mi esencia, tengo un gran sentido del humor. Y lo aplico desde que me levanto hasta que me acuesto. Es el más común de mis sentidos, es un hecho.
¿Sabes por qué vengo a hablar de esto? Pues porque he releído el post que hablaba sobre los géneros literarios y no me he reconocido en ese tipo tan serio que habla de cosas tan académicas, tan profundas.
De veras, si me conocieras en persona, no tardarías en tener una cosa clara: este tipo nunca dice nada en serio, siempre está de broma.
No es verdad, sí que hablo en serio. Pero como mezclo ambos estilos a partes iguales, lo divertido (para mí claro) es que a mis interlocutores les resulta difícil adivinar si lo que estoy diciendo va en serio o no. Mis más allegados os darían fe de esto, aún después de tantos años de convivencia. Es lo más divertido del divertimento, ver como se autoconvencen de que han acertado, cuando en realidad no lo han hecho. Y son personas que te conocen muy bien.
Pero a lo que iba, me gusta el buen humor, las bromas, la buena disposición. Suelo decir que ya bastantes problemas tenemos en nuestro día a día como para no intentar sonreír y alejar algún nubarrón, aunque sea temporal. La vida es un suspiro, o lo parece. He sido jefe casi siempre, y siempre he intentado trasladar este principio a mis compañeros, buscando su sonrisa, incluso (sobre todo) cuando es evidente que algún problema les ocupa. Y lo mismo he hecho con mis jefes, a veces de manera políticamente incorrecta, pero yo soy así.
Es cierto que a veces te falta disposición para hacerlo, pero nunca viene mal. Y lo agradeces y lo agradecen. Si vamos a pasar ocho horas diarias juntos ¿por qué no pasarlas de la mejor manera, con alegría? Si vamos a pasar toda una vida juntos ¿por qué no hacerlo entre risas, bromas y buen humor?
Todos tenemos problemas, claro, y muy serios. Pero te animo a eso que llaman ver el vaso medio lleno. Es mucho más saludable, para ti y para los que te rodean.
Tuve la oportunidad de vivir algo así cuando mi hija estuvo interna en una unidad pediátrica. La otra debilidad que me hace perder los papeles son los niños. Se me dan bien, me aceptan como a uno de ellos, me chiflan. Por eso, ver aquellos pequeños con las terribles historias, situaciones, problemas… me rompía el corazón. Y te puedo decir que nunca, en mi vida, he conocido un lugar que tuviese un ambiente mejor que aquel. Alegría, risas, convivencia. Y nunca he admirado tanto a nadie, en mi vida, como a aquellos monitores que jugaban con ellos, payasos, enfermeros y enfermeras, jugadores de futbol, personajes que los visitaban… ¿Cómo no voy a creer en la bondad intrínseca del ser humano?
Cuando escribo lo hago de muy buen humor, porque estoy haciendo algo que me apasiona. Me ocurre con otras cosas, claro, la música, por ejemplo. Y ese buen humor lo traslado inevitablemente a mis personajes y a mis relatos. Y como suelo hacer en la vida real, busco lograr la sonrisa en el lector, una pequeña dosis de endorfinas y de dopamina que le transmita ese buen humor del que hablo.
A veces mi familia me ve inquieto. A mis hijos creo haberles contagiado mi estilo de humor incisivo, punzante, o al menos se lo he hecho entender, interiorizar. ¿Quieres ponerte a escribir? Me preguntan.
Yo soy de los que crea a partir de una idea y se coloca delante de un papel sin un plan determinado ni estructurado, sólo unas líneas generales, por eso me gusta decir siempre que soy mi primer lector.
Sí -les respondo- es que justo el chico protagonista, después de que su chica le presentase a sus padres, se ha quedado a solas con la madre de ella ¡Y estoy intrigado por saber de qué hablan!
Y, sin pretenderlo, obtengo de ellos una sonrisa comprensiva, que me llena de orgullo.
Algo bueno he hecho cuando los míos están de buen humor y lo encuentran en lo sencillo, en lo cotidiano, en lo intrascendente.
Tal cual! jefe directo…
Querida amiga, me sirves como prueba de lo que relato: ese ambiente de buen humor que mantenemos en el trabajo. Y además, ganas unos puntillos dándome la razón. Un beso.